miércoles, marzo 03, 2010

La desafección y la ley electoral.

El nacionalismo tiene una necesidad continua de crear conceptos para justificar artificios que no son próximos a la realidad de las personas, pero que son necesarios para que su debilidad intelectual no quede en evidencia. Lo es el mismo término de “Nación” en el sentido que tiene para el nacionalismo, lo es el concepto de “identidad nacional”, de “normalització”, de “lengua propia”, de “integració al pais”, lo era el de “català emprenyat” y desde la misma factoría de este último, lo es el de “desafecció”.

Inventado como forma de chantajear a “España” (“o hacéis lo que decimos o aumentará la desafecció”) y tan poco consistente con la realidad como lo fue el invento, hoy olvidado en un rincón, del “català emprenyat” enseguida fue necesario reconvertirlo para una situación de extrema urgencia.

Cuando estalla el “Caso Palau” el interés del establishment fue desvincularse como fuese de una historia que evidenciaba el funcionamiento oligárquico que se esconde bajo la senyera. Lo primero fue una campaña para hacer creer que se trataba de un vulgar caso de “choriceo” sin implicaciones políticas. La empresa parecía imposible, pero nada es imposible si controlas los medios que informan sobre ello. Al final nos vendieron eso, para nada valía la pena recordar que entre los patronos del Palau estaban la flor y nata de nuestros dirigentes, ni las relaciones de Millet, ni recordar el G-16, ni la financiación de la fundación de Convergència, ni el pago de las deudas de Àngel Colom al ingresar en CiU, ni cómo fueron ignorados, por parte del Parlament, los avisos de la sindicatura de cuentas de las irregularidades ...

El caso es que en plena operación disimulo del affaire Millet estalla el “Caso Pretoria”. Las detenciones de altos cargos de CiU junto a otros del PSC en un mismo caso, con un preludio profético de Pujol el día anterior amenazando con “tirar de la manta” y con aquello de que si hablase "tots faríem una mica de ferum" eran ya demasiado. Pero enseguida encontraron respuesta. Hablaron de desafecció de la ciudadanía con la política, montaron el cortafuegos del "no todos somos iguales" y salieron con lo de que no nos preocupásemos, que ya tenían la solución. Y esta era una regeneración política que se iba a demostrar por vía de la "llei electoral".

Catalunya es la única comunidad autónoma que no tiene una ley electoral propia, esto es, que se rige aún por la ley española. El nacionalismo de la diferencia (aquel que hace que para reformar la distribución provincial se busque un nombre propio del medievo, "Vegueria", todo sea por no parecer españoles) tiene estas cosas.

Pero en fin, la "ley electoral" iba a solucionar lo de la "desafección política" y por arte de magia desaparecerían los problemas de la corrupción con ello. No se sabe muy bien por qué. Porque implícitamente, al relacionar ley electoral y corrupción, se está afirmando que la corrupción proviene del "nepotismo" (les traiciona el subconsciente) si no, si la corrupción política no está generalizada, no se ve por qué cambiando la proporcionalidad del voto, ha de disminuir la corrupción. Pero si existe el nepotismo, cosa evidente y que lleva a esta asociación tácita, entonces sólo se puede disminuir si es a través de las listas abiertas. Pero tal alternativa quedó descartada por todos desde un principio.

La cuestión es que, ni siquiera esa reforma de la ley electoral que seguía dejando todo el poder a los aparatos de los partidos, y ninguno a los ciudadanos, se va a llevar a cabo. No hay acuerdo y el proyecto de reforma se abandona. Era algo que muchos ya sabíamos, volver a sacar el tema de la ley electoral no era más que una excusa para tapar los casos de corrupción, para justificar que se estaba haciendo algo al respecto. ¿Qué se estaba haciendo? Nada, hoy lo vemos.

Y a todo esto. ¿cuáles son las consecuencias? ¿quién habla hoy de lo que motivó sacar a relucir la reforma de la ley electoral? ¿qué vamos a hacer respecto a la corrupción, señores políticos?. Hoy callan.

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