viernes, febrero 23, 2007

Nuestras miserias: Banderías

Con el tiempo, a poco que uno vaya dialogando con la gente, acabas por convencerte que las ideologías no existen. Son una farsa. Y no me estoy refiriendo a que, al modo que preconizaba Fukuyama, hayamos llegado a un Final de la Historia, donde sólo nos queda proseguir el desarrollo de la vencedora y única ideología posible. (Dicha tesis ya es ideológica y de una ideología muy, muy antigua: el conservadurismo). Lo que quiero decir no es tanto que las ideologías hayan muerto, sino que no son habituales entre la gente. La gente no tiene ideología, tiene bando.

¿Quiere uno saber a que bando pertenece un interlocutor desconocido? Muy fácil. Inicie uno de los temas en boga de actualidad política y espere respuesta. Una vez sepamos cual es su bando cambie de tema. Da igual si es a un tema al que nuestro amigo no haya dedicado jamás un minuto de reflexión1 o que sea excesivamente técnico para un lego o que requiera un información de la que no disponemos. No importa. Nuestro amigo tiene bando, aún más, puede parecer muchas veces que es él quien porta la bandera. Y claro, la bandera siempre hasta la muerte.
Los del bando adversario no sólo no tienen nunca razón, además -se diga abiertamente o se deje entrever-, todos los que le representan son ineptos, cortos, deshonestos, cobardes. Cualquier defecto les es propio, cualquier virtud es inconcebible en ellos.
Un argumento irrebatible no es motivo para aceptar la tesis que nos contraponen, si hace falta se cambia de tema alegando algo en que los nuestros han sido vejados y en paz, ya tenemos más razón que un santo. Los argumentos utilizados rara vez provienen de reflexiones propias, suelen ser lemas con alguna fuerza retórica, repetidos instintivamente. Es curioso, y digno de investigación, como se difunden estos lemas. Un día oyes un argumento original, que nunca antes habías oído, en una radio. Esperas unos pocos días y ya suena por todas partes, bueno, por todas las partes de una bandería.

Da igual estar o no informado, saber de que se habla o que nos contesten con un argumento irrebatible, los nuestros tienen razón y si parece que no la tienen será por algo oculto a nuestro entendimiento, pero la tienen. Si se cierran los ojos con la suficiente fuerza lo que no nos gusta de la realidad desaparece. Inteligencia humana. Lo que nunca dejamos de ver, ni aún con los ojos cerrados, es nuestra bandera, bien alta al viento, siempre impoluta.
Actúa la gente, actuamos, en esto, como hacen los políticos; que se guían por consignas, les pasan el guión desde la dirección del partido y de ahí nadie se mueve bajo pena de salir al día siguiente en las portadas de la prensa no-afín. Lo de ellos es partidismo, que aún tiene la excusa de estar motivado por el interés. Lo nuestro son banderías, nada ganamos por defender lo que defendemos. Si acaso corremos el riesgo de perder algo, la razón y la calma.

La situación no es anecdótica. Es mucho más grave de lo que pudiera parecer. Porque a la larga las banderías acaban con el espíritu crítico, factor fundamental en el progreso de la sociedad. Si somos incapaces de ser críticos con los nuestros, los nuestros se blindan y no cambian, no mejoran. Para mantenerse les basta con atacar duro a la bandería contraria. Incluso en los casos más evidentes de ineptitud, como por ejemplo en casos de corrupción económica, hay gente que son incapaces de admitir la falta en los suyos. O lo afirmado entonces es una falsedad inventada por la bandería contraria (es que nos odia) o siempre hay sitio para el “vosotros muchísimo más”. No entendemos que nuestros intereses no son los mismos que los de nuestros dirigentes.


Hoy día la política partidista en España pasa por una fase de radicalismo y confrontación hace mucho no vista2. Las banderías fomentan que esta situación se perpetúe y agrave. La reflexión crítica, el no rehuir nunca los razonamientos del otro, el estar dispuesto a exponer nuestras ideas en discusión abierta y el no aceptar las propias certidumbres sin cuestionarlas, son nuestras mejores armas para mejorar estas circunstancias.
Probemos de ser ecuánimes.

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1 Decía María Zambrano que no nos podíamos responsabilizar de nuestro hablar porque lo hacíamos con la precipitación por escapar a la trampa que nos tendían las circunstancias. Quizás sea eso, pero es que ¡siempre queremos escapar hacia adelante!
2Y es sintomático, además, cómo se lleva a cabo esta confrontación dónde es más importante aparentar de cara a la opinión pública que no mantener las propias convicciones (¿Recordamos “El Príncipe”?). Tendremos que acabar aceptando con Aristóteles que la democracia degenera en demagogia (Si esto nuestro no es acaso una oligarquía)

jueves, febrero 22, 2007

La Bandera de los Catalanes Charnegos


Cuando intentan negarte nada mejor que buscarte un símbolo, algo en lo que puedas sentirse representado. Si algo ha intentado sistemáticamente ser ocultado y negado en Catalunya es la existencia de una cultura castellano-parlante con valor en sí misma. Es algo imposible, pero se intentan "disimular"...si miras los medios de comunicación catalanes (si un extraterrestre recibiera sus emisiones y no tuviese otra forma de vernos) podría pensar que no existe otra cultura que la "catalana de tota la vida"...la cultura "charnega" no existe, salvo para corregirla, para que deje de serlo.
El ejemplo del "xarnego bo" es Montilla, el que hablando bien o mal catalán deja de ser charnego.

Los castellano-parlantes son "catalanes a medio hacer", aquellos que han de "integrarse" en el todo catalán y desaparecer. Los que han de abrazar la cultura "catalana", como si ellos no tuviesen "cultura", o fuese dañina... como si ellos no fuesen plenamente catalanes.

La "senyera" no nos sirve como símbolo identificativo, primero porque nos representa a todos. Catalanes charnegos y catalanes no charnegos...bueno, eso en teoría, pues para algunos un charnego es un "renegat" o un "espanyol" y entonces sólo identificaría al "català de socarrel".
Tampoco nos sirve otro tipos de símbolos como la bandera española o el famoso "toro" que muchos llevan en el coche. Estos últimos no señalan lo que de particular y diferenciado tiene el charnego...ser catalán, pero además un catalán con personalidad propia.

El símbolo no existe, ha de ser creado. Que sea inventado no es un inconveniente...todos los símbolos lo son.La ikurriña es un invento muy reciente, la bandera Española nace de un concurso...no hablemos ya de otro tipos de banderas y símbolos, como los de clubs deportivos, okupas, independentistas, homosexuales...todas creadas y todas intentan reivindicar una forma de ser.


Esta es una propuesta:

El castillo no simbolizaría a “Castilla”, que porcentualmente ha sido poco significativa a la hora de aportar población a Catalunya, sino al “castellano”.
En esto el símbolo puede incluso ser algo tan querido por los nacionalistas como es de querida cualquier “vuelta a los orígenes”. Y hablo del origen –semi-mítico- donde el nacionalismo catalán pone el nacimiento de su constitución como Nación. Porque hay que recordar que el origen del término de la palabra “Catalunya” está en que sus antiguos habitantes, al igual que sucedía en lo que después sería el Reino de Castilla, eran llamados “castellanos” (castlans), es decir; “aquellos que viven en castillos”
“Catalunya” era así, igual que Castilla, “la tierra de los castillos”, de los que viven en castillos. El castillos es pues un símbolo que identificaba a Catalunya antes ya que las cuatro barras. Y esto, en la lógica del esencialismo nacionalista, nos lleva a la ecuación: “Más antiguo = Más puro, más auténtico”
El castillo (el castellano, castellano-parlante) está sobre la senyera. El charnego no es cualquier castellano-parlante, sino aquel que está en Catalunya. Algo muy propio de aquí y que no se da en ningún otro lugar de España.

Lo que es reprobable, inmoral, hacer es negar-deslegitimar identidades. Aún con más gravedad cuando lo hacen los paladines de la identidad (defensores sólo de la suya, claro)
Naturalmente todo esto es una provocación. Pero puede hacer pensar. Los símbolos tienen unos factores muy negativos: Separan y la vez uniformizan. Separan de lo que no incluyen e uniformizan lo que cae dentro de sus redes. Por ello propongo una alternativa mejor. No crear el símbolo, pero también destruir el resto. Banderas españolas, catalanas, deportivas...todas pueden alimentar al fuego.

Declaración de Intenciones

Ya sé que me declaro abiertamente anti-nacionalista.
Ya sé que odio las banderas, trapos infames. Todas las banderas.
Pero si hay una bandera que me haga dibujar una sonrisita, esa es esta.
Porque significa a una democracia que nunca debió ser truncada. Porque, como buen anti-nacionalista que soy, fue una bandera abolida por un fascismo nacionalista.
Porque simboliza al sentido común frante al anacronismos como la monarquía hereditaria (Otra bandera, al fin, esto de las monarquías).

Quememos todas las banderas.
Pero, personalmente, quemaré esta la última, cuando no quede ninguna otra.